Reflexión… Qué hacemos ante la crisis?

No existe peor síntoma ante una caída de los mercados que la paralización en las empresas, esperando que en el menor tiempo posible cambie el signo de dichos mercados y se vuelva a una situación normalizada. Este es un rasgo muy común en la gran mayoría de las empresas (grandes, medianas y pequeñas ), que primero se ven sorprendidas por la crisis y posteriormente se limitan a esperar tiempos mejores – “Negación de la realidad”.

Si como proceso normal la mayoría de las empresas centran sus objetivos en el corto plazo, ante una situación de crisis, éste se convierte en un día a día, de modo que el mal resultado de la semana o del mes, desencadena una serie de reacciones (planes de reducción de costes, reestructuración,…) encaminadas a solucionar esos malos resultados y normalmente ejecutadas desde un punto de vista estrictamente financiero y casi nunca resultado de un proceso de planeamiento estratégico del negocio. Esta evolución hace que estas empresas comiencen un proceso de desintegración (deriva) que va a remolque de dichos resultados, es decir, primero el mal resultado y posteriormente la reacción, de manera que si el periodo negativo decreciente continua en el tiempo, dependerá mucho de la situación inicial de la empresa (tamaño, músculo financiero,…) el que acabe una vez finalizado el proceso de depresión, en una menor empresa o finalmente despareciendo (primero autónomos, luego PYMES y por último grandes empresas).
Está claro que un periodo de crisis profunda supone un periodo muy duro y lleno de dificultades para todas las empresas, que dependiendo del mercado se ven más o menos gravemente afectados. Una crisis también representa un momento muy importante de oportunidades para las empresas que afronten dicho momento desde una perspectiva de redireccionamiento estratégico. El decremento de negocio se ha producido por un cambio en las reglas de comportamiento del mercado –reglas de juego- y dichas reglas resurgen tras la crisis de una manera siempre modificada y fruto de la experiencia negativa de la crisis soportada.
Son los factores desencadenantes de la crisis la que modifican los reglas de comportamiento de los mercados en el futuro y por tanto, una buena preparación previa ante esas nuevas normas de juego, o incluso ser participes de la redacción de esas nuevas normas de comportamiento, dejarán a las empresas en la mejor situación posible para transformar el negocio y salir del periodo de crisis de una manera fortalecida (siempre que hay tormenta, la tormenta pasa pero deja el suelo mojado, es decir, ha dejado una huella, una modificación en el mercado).
Los planes de reacción ante una crisis deben atenderse desde el punto de vista estratégico del negocio, analizando que factores están afectando a nuestro negocio, como han evolucionado en los últimos tiempos y como creemos que van a evolucionar en el futuro – nuevas reglas de juego. Es en este punto cuando se debe trazar un nuevo plan estratégico que adecue la estrategia de la empresa a esa nueva realidad. En este plan estratégico se deben tratar todas las áreas de la empresa, ya que la empresa va a realizar un cambio estratégico o va a modificar en mayor o menor medida la estrategia previamente definida (adecuarse a esas nuevas condiciones del suelo una vez que la tormenta ha escampado).
Estos cambios se deben de realizar en varios ámbitos fundamentales:
– Cambios desde el punto de vista organizativo; adecuando la organización a la nueva realidad. La propuesta de valor de la empresa resultante del proceso estratégico dará lugar a una nueva estructura organizativa capaz de poner en el mercado dicha propuesta de valor de la manera más eficaz.

– Cambios desde el punto de vista operativo; realizando estrategias de coste bajo, desarrollando planes de reducción de aquellos costes no adecuados a los nuevos valores estratégicos. Así mismo se realizarán propuestas para potenciar aquellas áreas de las operaciones que generan valor estratégico en la nueva o modificada realidad estratégica de la empresa.
– Cambios desde el punto de vista comercial; trasladando al mercado la nueva proyección estratégica de la empresa en el mercado, realizando audaces propuestas de marketing, e intensificando las actividades comerciales.
Todo este caudal de cambio debe desarrollarlo la capacidad productiva de las empresas, es decir, los recursos humanos, y es aquí, donde se deben iniciar programas de ignición del proceso de cambio adecuados para ejecutar todos los demás procesos de cambio, que pondrán en operación los planeamientos estratégicos de las empresas
– Restructuración. La nueva realidad y la nueva organización darán como resultado la necesidad de captación de aquellos perfiles necesarios, la adaptación de otros existentes, y la supresión de aquellos no reubicables.
– Incentivación. Diseñar los nuevos programas de incentivos de acuerdo a las nuevas propuestas de valor, de manera que los objetivos sean compartidos y alineados con las estrategias definidas.
– Gestión del talento. Gestionar el talento, fidelizarlo (que no es lo mismo que retenerlo) y evitar las fugas de conocimiento son de importancia relevante, ya que especialmente en momentos de crisis es donde la imaginación y el talento supone una ventaja competitiva importante en las empresas. Directivos internos o Directivos de Alquiler
– Este proceso debe realizarlo toda empresa bien sea multinacional, PYME o autónomo, adecuando sus trayectorias a las nuevas realidades y no dejándose atrapar por la parálisis y la deriva.

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